La crisis del Coronavirus:
Una gran oportunidad para la catequesis familiar
José Antonio Sánchez Ortiz
Delegado diocesano de catequesis (Diócesis de Jaén)
La irrupción del Coronavirus ha puesto en jaque muchos aspectos de la vida ordinaria, pero de manera particular el modelo de relación social. Por eso, su repercusión también ha afectado inexorablemente a la Iglesia y al actual modelo de pastoral. La crisis del Covid-19 ha cerradolos templos y, en un primer momento, ha congelado la mayoría de las actividades pastorales parroquiales, entre ellas la catequesis. La declaración del estado de alarma, que conllevó el confinamiento de la sociedad, paralizó el desarrollo de las catequesis presenciales en los centros parroquiales y la participación de los catecúmenos en la vida litúrgica de la comunidad cristiana. Así que, de un día para otro, la crisis sanitaria no solo derivó hacia una crisis social y económica, sino que también ha supuesto una crisis pastoral.
En ese momento urgido de respuesta, “la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad” (EG 28) se agudizó por doquier, dando lugar al florecimiento de hermosas iniciativas pastorales y catequéticas que han posibilitado, en muchos casos, continuar los procesos catecumenales, sobre todo de aquellos que se encuentran preparándose para la celebración de alguno de los sacramentos de la iniciación cristiana. Las propuestas se han multiplicado: la utilización de las redes sociales, la grabación de videos con sesiones de catequesis, la elaboración de juegos interactivos sobre temas del catecismo, el envío de otros materiales complementarios… La oferta de recursos y los medios utilizados en la acción catequética han supuesto un aluvión de contenidos y una verdadera novedad pedagógica en muchas parroquias, si bien, desgraciadamente, la respuesta ha sido desigual y no siempre tan satisfactoria como se podía esperar.
No obstante, la verdadera y gran novedad que aparece en la acción catequética durante la pandemia del Covid-19 ha sido la necesaria implicación de los padres en la transmisión de la fe a sus hijos. Ellos, lo mismo que han tenido que asumir la corresponsabilidad de la educación escolar, guiados por los docentes, también han asumido la tarea catequética de su progenie, acompañados por los catequistas. De manera que la llegada de la pandemia ha supuesto, para un gran número de padres, la oportunidad para asumir una responsabilidad que habían cejado en la comunidad cristiana y las sesiones catequéticas ofrecidas por la parroquia.
La llegada de la pandemia ha recordado que es la hora de los padres-catequistas y, por tanto, de que aflore la eclesialidad de la familia cristiana. Ya desde la alta edad media[1] se viene insistiendo en la responsabilidad de los padres en materia de educación en la fe, pero especialmente a partir del Concilio Vaticano II[2] y la exhortación apostólica Catechesi Tradendae de Juan Pablo II. En ella, el Papa polaco recordó el valor insustituible de la catequesis familiar:
La acción catequética de la familia tiene un carácter peculiar y en cierto sentido insustituible […] La catequesis familiar precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis (CT 18).
A partir de entonces, se insiste en el papel de la familia en los procesos catecumenales: el Directorio General de Catequesis (nn. 226, 227, 255), los Encuentros Mundiales de las Familias[3], algunas enseñanzas de Benedicto XVI[4], las catequesis del papa Francisco dedicadas a las familias en el año 2015 y otros documentos magisteriales de diferentes Conferencias Episcopales[5].
El confinamiento durante el estado de alarma y, después, el distanciamiento social que estamos obligados a mantener hasta que no se descubra el antiviral o la vacuna, nos impiden seguir manteniendo las catequesis presenciales como hasta ahora. En este sentido, el mismo problema que deben abordar los centros educativos para impartir las clases el próximo curso académico, se presenta en las parroquias para poder seguir manteniendo la catequesis por medio de catequistas en los centros parroquiales. Así, al problema que tienen muchas parroquias de no contar con suficientes dependencias para poder desarrollar las actividades pastorales, se le añade la enorme dificultad de no ser hábiles, dadas las actuales medidas sanitarias establecidas para evitar el contagio.
La comunidad cristiana tendrá que buscar la mejor forma de canalizar su responsabilidad y seguir los procesos catequéticos (cf. DGC 220). Pero es la hora de recordar el valor de la familia cristiana como “Iglesia doméstica”, y que debe ser la escuela primigenia y fundamental para la formación de la fe[6].
La incapacidad para dar una solución inmediata al distanciamiento social provocado por el Covid-19 nos descubre que los procesos catequéticos deberían pivotar, principalmente, sobre la catequesis “familiar” en su doble sentido: subjetivo, porque la familia, en cuanto tal, es un “lugar” de la catequesis (cf. DGC 255) y debe convertirse en el principal catequista de los niños; y objetivo, porque las familias tienen que ser ayudadas por la comunidad cristiana para que puedan acompañar el proceso sistemático de iniciación cristiana de los mismos.
En consecuencia, cada vez parece más evidente que la solución pasa por que los padres desarrollen su misión originaria respecto a sus hijos y los abuelos sigan aportando su sabiduría y sentido religioso, favoreciendo un clima verdaderamente cristiano en el seno familiar (cf. DGC 255). No cabe duda de que, si la familia no asume el protagonismo de la acción catequética, las posibilidades de que los niños reciban una catequesis orgánica para su iniciación cristiana disminuyen de manera considerable. Por eso, la situación actual provocada por la pandemia urge reforzar aquel vínculo indispensable que reclamaba el papa Francisco en una de sus audiencias generales y confiar en la gracia Dios:
Reforzar el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana es hoy indispensable y urgente. Cierto, es necesario una fe generosa para reencontrar la inteligencia y la valentía para renovar esta alianza. Las familias a veces dan un paso atrás, diciendo que no están a la altura […] Es verdad. Pero ninguno es digno, ninguno está a la altura, ¡ninguno tiene las fuerzas! Sin la gracia de Dios, no podremos hacer nada (Audiencia General del 9 de septiembre de 2015).
NOTAS:
[1] En la Edad Media se habló sobre la responsabilidad de los padres en la educación cristiana de los hijos en: el VI concilio de Arlés (año 813), can. 19; el concilio de Maguncia (813), nn. 45-47; y el VI concilio de Paris (829). Cf. J.D. Mansi, Sacrorum Conciliorum nova et amplissima colecctio, XIV, 62, 74 y 542.
[2] Varios textos del concilio Vaticano II recuerdan esta la responsabilidad de los padres como educadores en la fe: LG 11, 35; AA 11, 30; GS 52 y GE 3.
[3] El V Encuentro Mundial de las Familias (celebrado en Valencia del 4 al 9 de julio de 2006) llevaba por título :La transmisión de la fe en la familia.
[4] Se puede recordar lo que dijo Benedicto XVI a los obispos filipinos en su visita ad limina: «Mentre continuate a rafforzare la catechesi nelle vostre diocesi, non mancate di includere in essa la prossimità alle famiglie, con particolare attenzione ai genitori nel loro ruolo di primi educatori dei figli nella fede. Quest’opera è già evidente nel sostegno che offrite alla famiglia di fronte a influenze che potrebbero diminuirne o distruggerne i diritti e l’integrità. So che offrire questo tipo di formazione catechetica non è compito da poco e colgo l’opportunità per salutare le numerose suore e i catechisti laici che vi assistono in quest’importante opera» (Benedicto XVI, Discurso a los obispos de la Conferencia Episcopal de Filipinas en visita «ad limina apostolorum», 3 de marzo de 2011).
[5] Cf. Cf. Conferencia Episcopal Española, La iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones. LXX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Madrid, 27 de noviembre de 1998, especialmente el número 34; Assemblée des Evêques du Québec, Jésus Christ chemin d’humanisation. Orientation pour la formation à la vie chrétienne, Montréal 2004; Die deutschen Bischöfe, Katechese in veränderter Zeit, 22 de junio de 2004; V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 16,4), Aparecida 13-31 de mayo de 2007, nn. 302-303.
[6] Cf. Juan Pablo II, Christifideles laici, Roma 1988, n.62.
ARTÍCULO EN PDF: J. A. SÁNCHEZ Una oportunidad para la catequesis familiar