La catequesis en tiempos de pandemia
José Luis Saborido Cursach, S.J
En este tiempo de pandemia y confinamiento, toda la sociedad se ha puesto en marcha para “darle salida” a las actividades que ya no pueden hacerse presenciales, especialmente en lo que se refiere a la educación. Al hacerlo, se han descubierto las grandes posibilidades de la informática: el “teletrabajo” y la enseñanza “on line”. Los profesores han tenido que hacer horas extras de formación, de aprendizaje, de creatividad y… de horas. Todo ello desde casa.
¿Y la catequesis? Volvemos al viejo problema de la “escolarización” de la catequesis. Pero en otro sentido. Así como, para la escuela, se han redefinido los modos de trabajar, dada la importancia de la educación, en vez de resignarse a un tiempo indefinido de “vacaciones” obligadas, esto no ha sido así, generalmente para la catequesis. Digo, en general, porque también ha habido catequistas que han ofrecido “materiales” para seguir el “curso” de catequesis, fundamentalmente la de “primera comunión”, aunque ésta tuviera que posponerse al otoño.
Creo que, en lo que se refiere a la catequesis, esos meses están siendo, lo mismo que en Navidad, Semana Santa y verano, un tiempo “obligado” de “vacaciones… Por eso, sin una catequesis presencial en la hora semanal de catequesis en la parroquia, y sin la posibilidad de celebrar presencialmente la eucaristía en la parroquia, ¿qué solución le hemos dado a la catequesis? El “paro catequético” al que nos hemos visto obligados, ¿nos ha llevado a imaginar “alternativas catequéticas” parejas a las “alternativas escolares? Y si ha sido así, ¿no nos hemos visto de nuevo “escolarizando” la catequesis reduciéndola a una “asignatura” entre otras? ¿Y qué solución se ha dado a la “clase” de religión? ¿O se ha asimilado la una a la otra?
Cualquiera que sea la solución que le hayamos dado, si lo hemos hecho, y si eliminamos caer en la tentación de seguir “escolarizando” la catequesis, creo que todo apunta a la centralidad del papel de la familia en el proceso catequético de la parroquia. Y me refiero solo a la parroquia porque los centros educativos confesionales han seguido programando creativamente actividades y posibilidades en el colegio, dentro del área de pastoral.
La catequesis, en estos tiempos de confinamiento, queda casi absolutamente en manos de la familia. Y, en este caso, depende muy mucho de la “pastoral familiar” de cada parroquia lo que, en cada caso, haya podido hacerse de cara a la iniciación cristiana de niños, adolescentes y jóvenes. Lo cual ha podido ser también una nueva oportunidad para tomar conciencia de la centralidad de la pastoral familiar como clave de la existencia comunitaria de la parroquia como “familia de familias”. La familia, pues, ha adquirido un protagonismo clave en la vida “virtual” de la parroquia “confinada” en tiempos del coronavirus. Es la familia la que ha podido potenciar su papel iniciático mediante su vivencia familiar de la fe, la orientación religiosa de este fenómeno de la pandemia evitando el discurso “apocalíptico” del castigo de Dios, la vivencia familiar de la eucaristía, el contacto virtual con la parroquia… Esto nos podría darnos la clave de la pastoral y de la catequesis en el futuro, en la “nueva normalidad”, que nunca será como antes.
Realmente podemos decir que sin familia no hay catequesis posible. O, en último caso –cuando la familia es religiosamente inexistente– la catequesis sólo será posible con y desde la comunidad, una comunidad viva que asuma el papel “gestante” de los niños, adolescentes y jóvenes. Lo cual significa que es urgentemente necesario apuntalar y centralizar la vida toda de la parroquia en la comunidad y en la familia, de modo que una y otra adquieran, en la realidad, el protagonismo que la catequesis teóricamente les adjudica. Como siempre ocurre, la renovación de la catequesis determina la renovación –¡inevitable!– de la parroquia cultual y “estación de servicios” religiosos en verdadera comunidad.
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